CUANTO MERECE SER
AMADO JESUCRISTO
POR EL AMOR QUE NOS MOSTRÓ EN LA INSTITUCIÓN DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO DEL ALTAR.
Afectos y súplicas
¡Oh Dios de amor! ¡Oh
amante infinito y digno de infinito amor!, dime: ¿qué más invenciones pudieras
hallar para hacerte amar de nosotros? No te bastó derramar por todos nosotros
la sangre a fuerza de tormentos y después morir consumado de dolores en el
patíbulo destinado a los reos más criminales. Acabaste por ocultarte bajo las
especies de pan para hacerte nuestro alimento y así unirte por completo con
cada uno de nosotros. Dime, te pregunto nuevamente, ¿qué más invenciones
pudieras hallar para hacerte amar de nosotros? ¡Desafortunados si no te
amáramos en esta vida, porque, al entrar en la eternidad, cuáles no serían
nuestros remordimientos!
Jesús mío, no quiero morir
sin amarte, y sin amarte con todas mis fuerzas. Siento dolor por haberte
causado tanta pena; me arrepiento de ello y quisiera morir de puro dolor. Ahora
te amo sobre todas las cosas, te amo más que a mí mismo y te consagro todos los
afectos de mi corazón. Tú que me inspiras este deseo, dame fortaleza para
llevarlo a la práctica.
Jesús mío, Jesús mío,
no quiero de ti otra cosa sino a ti; ya que me has traído tu amor, todo lo dejo
y renuncio a todo para unirme a ti, pues tú sólo me bastas. María, Madre de
Dios, ruega a Jesús por mí y hazme santo; tú que a tantos convertiste de
pecadores en santos, renueva otra vez este prodigio con este tu siervo.
(San Alfonso de
liguori, Práctica del amor a Jesucristo, Afectos y súplicas del capítulo II)